Cuarenta días después de la Navidad,
Jesús es presentado en el Templo. No les pasó por alto a María y José la
tradición de su pueblo, cumpliendo, de esta manera, con la ley mosaica. Cierto
que el tiempo de Navidad ha terminado, la ternura de aquellos días han dado
paso a la vida ordinaria, pero nos debemos detener para ver cómo los temas
que hemos estado viendo en Navidad: el clima de sencillez y humildad, siguen
estando presentes en la vida de Jesús. Las lecturas de este día resaltan que la
misma ofrenda que entregó al templo la Sagrada Familia era la que ofrecían los
pobres.
El hecho es que si Jesús ha querido este estilo, nos debemos
preparar para imitarle. Otra vez nos envía una estrella que nos ayude a
interpretar las señales de Dios, cuya intención es hacernos libres. La oferta
de Jesús es la Luz y la Salvación, con ellas tendremos la seguridad para poder
rechazar las falsas indicaciones que nos conducen a la muerte. Todavía hay
tiempo para volver el rostro al Señor, para caminar tras sus huellas; poneos en
pie, levantad la cabeza y en marcha, a trabajar en la Iglesia y desde la
Iglesia, con el estilo de Jesús. Este es el espíritu al que nos está alentando
el Papa Francisco: ¡Abrid las puertas de vuestro ser a Dios! La Iglesia
«en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para
llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y
sin sentido… La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del
Padre.
La fiesta de la Presentación en el templo significa mucho, es
donde se muestra al Señor al pueblo, para que todos puedan ver las puertas del
corazón de Dios: los pobres y enfermos, a esos que suelen ser
despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc
14,14). Cristo es la Luz y la Salvación, nosotros participamos de esa Luz y
durante este tiempo la liturgia nos urgirá a mantener encendidas las lámparas,
porque las vamos a necesitar para el camino.
Otra vez más se nos regala
en el salmo un vocabulario alentador: El Señor hace justicia al oprimido, da
pan al hambriento, liberta a los cautivos, abre los ojos al ciego, endereza a
los que ya se doblan, ama a los justos, guarda a los perseguidos, sustenta al
huérfano y a la viuda… Todo nos esta hablando de esperanza, todo nos habla de
confianza en Dios. Aunque te consideres indigno, pobre, pecador… También eres
invitado a esta aventura, porque eres necesario, ¿No has escuchado que ha
escogido a lo que no cuenta, a los débiles del mundo para confundir a los
sabios y poderosos? Ánimo, que te llama bienaventurado
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