Queridos hermanos
y hermanas, ¡buenos días!
En esta tercera catequesis sobre los
Sacramentos, nos detenemos en el de la Confirmación, que debe ser entendida en
continuidad con el Bautismo, al que está vinculada de manera
inseparable. Estos dos sacramentos, junto con la Eucaristía, constituyen
un único acontecimiento salvífico – que se llama “la iniciación cristiana” –,
en el que somos insertados en Jesucristo muerto y resucitado y nos convertimos en
nuevas criaturas y miembros de la Iglesia. He aquí la razón por la que
originariamente estos tres Sacramentos se celebraban en un único momento,
al final del camino catecumenal, que era normalmente en la Vigilia Pascual. Así
se articulaba este itinerario de formación y de inserción gradual en la
comunidad cristiana que podía durar también algunos años. Se hacía paso a paso,
para llegar al Bautismo, después la Confirmación y la Eucaristía.
Comúnmente se
habla del sacramento de la “Confirmación”, palabra que significa “unción”. Y,
de hecho, a través del aceite llamado “sagrado Crisma”, somos conformados, en
la potencia del Espíritu, a Jesucristo, el cual es el único y verdadero
“ungido”, el “Mesías”, el Santo de Dios. Hemos escuchado en el Evangelio como Jesús
lo lee en Isaías, lo vemos más adelante. Es el ungido. Soy enviado y estoy
ungido para esta
misión.
El término
“Confirmación” nos recuerda que este Sacramento aporta un crecimiento de la
gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; lleva a cumplimiento nuestro
vínculo con la Iglesia; nos da una especial fuerza del Espíritu Santo para
difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no
avergonzarnos nunca de su cruz (cfr Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 1303). Y por eso es importante ocuparse de que nuestros niños y
nuestros jóvenes reciban este sacramento. Todos nosotros nos ocupamos de que
sean bautizados y esto es bueno, ¿eh? Pero, quizás, no le damos tanta
importancia a que reciban la Confirmación. ¡Se quedan a mitad camino y no
reciben el Espíritu Santo!, ¿eh? Que es tan importante para la vida cristiana,
porque nos da la fuerza para seguir adelante. Pensemos un poco, ¿eh? Cada uno
de nostros. ¿Verdaderamente nos preocupamos de que nuestros niños y nuestros jóvenes
reciban la Confirmación? ¡Pero es importante esto, es importante! Y si vosotros
en vuestra casa tenéis niños o jóvenes que todavía no la han recibido y ya
tienen la edad para recibirla, haced todo lo posible para que terminen esta
iniciación cristiana y que ellos reciban la fuerza del Espíritu Santo. ¡Pero es
importante!
Naturalmente es importante ofrecer a los confirmandos una
buena preparación, que debe estar pensada para conducirlos hacia una adhesión
personal a la fe en Cristo y a despertar en ellos su sentido de pertenencia a
la Iglesia.
La Confirmación, como todo Sacramento, no es obra de los
hombres, sino de Dios, el cual cuida de nuestra vida para plasmarnos a imagen
de su Hijo, para hacernos capaces de amar como Él. Él lo hace infundiendo en
nosotros su Espiritu Santo, cuya acción impregna a toda la persona y toda la
vida, como se refleja de los siete dones que la Tradición, a la luz de la
Sagrada Escritura, ha siempre evidenciado. Estos siete dones, yo no os voy a
preguntar si os acordáis de los siete dones, ¿no? Quizás todos los decís, pero
no es necesario, ¿eh? Todos dirán son este y este, pero no lo hacemos. Lo digo
yo en vuestro nombre ¡Eh!. ¿Y cuáles son los dones? la Sabiduría, el Intelecto,
el Consejo, la Fortaleza, la Ciencia, la Piedad y el Temor de Dios. Y estos
dones nos han sido dados con el Espíritu Santo en el sacramento de la
Confirmación. A estos dones tengo la intención de dedicar las catequesis que
seguirán a las de los Sacramentos.
Cuando
acogemos el Espíritu Santo en nuestro corazón y lo dejamos actuar, Cristo mismo
se hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida, a través de
nosotros, será Él, ¡Escuchad bien esto! A través de nosotros será el mismo
Cristo quien rece, quien perdone, quien infunda esperanza y consuelo, quien
sirva a los hermanos, quien se haga cercano a los necesitados y a los últimos,
a crear comunión, a sembrar paz. Pero pensad que importante es esto, que por el
Espíritu Santo viene el mismo Cristo para hacer todo esto en medio de nosotros
y por nosotros. Por esto es importante que los niños y los jóvenes reciban este
Sacramento.
Queridos hermanos y hermanas, ¡recordemos que hemos recibido
la Confirmación todos nosotros! Recordémoslo antes que nada para agradecerle al
Señor este don, y luego para pedirle que nos ayude a vivir como verdaderos
cristianos, a caminar siempre con alegría según el Espíritu Santo que nos ha
sido donado. Se ve que estos últimos miércoles, a mitad audiencia, nos bendicen
desde el Cielo. ¡Pero sois valientes! ¡Adelante!
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