Las Lecturas de este Tercer Domingo de Adviento están muy conectadas
entre sí.
En la Primer Lectura (Is. 1. 6-10) el Profeta Isaías nos
anuncia los milagros que haría Aquél que vendría a salvar al mundo. Y en el Evangelio (Mt. 11, 2-11) vemos a Jesús
usando esas mismas palabras de Isaías para identificarse ante San Juan
Bautista.
Con el Salmo 145 hemos alabado al Señor y le hemos agradecido los milagros que
fueron anunciados, que realizó Jesús cuando vivió en la tierra y que sigue
realizando hoy en día para el bienestar físico y espiritual de cada uno de
nosotros.
En el Evangelio
Jesucristo define a su primo San Juan Bautista como un Profeta, agregando que
es “más que un profeta” (Mt. 11, 2-11).
Y continúa describiéndolo como aquél que
es su mensajero, su Precursor, aquél que va delante de El preparando el camino.
Esto fue cuando ya eran
adultos -treinta años de edad tenían ambos.
Juan había ya anunciado al Mesías que debía venir y había predicado la
conversión y el arrepentimiento, bautizando en el Jordán. Ya había Juan caído preso por su denuncia del
adulterio de Herodes. Paralelamente, Jesús ya había comenzado su vida pública y,
aparte de su predicación, había también realizado unos cuantos milagros, por lo
que su fama se iba extendiendo en toda la región.
Es así como, estando
Juan en la cárcel, oye hablar de las cosas que estaba haciendo Jesús. Queriendo, entonces confirmar si era el
Mesías esperado, San Juan Bautista mandó a preguntarle si era El o si debían
esperar a otro.
Jesús no respondió directamente, sino que ordenó que
le informara a Juan acerca de los milagros que estaba realizando: los ciegos ven, los sordos oyen, los mudos
hablan, los cojos andan ... San Juan
Bautista ya no necesitaba más información:
enseguida pudo identificar a Jesús con la profecía del Profeta Isaías
sobre la actividad milagrosa del Mesías, que precisamente nos trae la Primera
Lectura (cf. Is. 35, 4-6).
Sin embargo, por más que
los milagros eran algo muy impresionante y por más que ya estaban anunciados
que serían hechos por el Mesías esperado, la austeridad con la cual Jesús se
estaba manifestando al pueblo de Israel, contrastaba con lo que la mayoría
estaba esperando del Mesías. Y esto
podría defraudar a unos cuantos, pues la mayoría esperaban un Mesías poderoso e
imponente.
De allí que el Señor
rematara el mensaje para su primo el Precursor, con esta frase: “Dichoso aquél que no se sienta defraudado
por mí”.
En efecto, a muchos de su tiempo les pareció que Jesús no hacía
suficiente honor a su título de Salvador, pues como bien dijo San Pablo
posteriormente: “no hizo alarde de su categoría de Dios” (Flp. 2, 6). Vemos entonces como, a pesar de ser ¡nada
menos que Dios! Jesús nos da ejemplo de
una labor humilde y sencilla. Y, a la
vez, nos exige esa misma humildad y sencillez a nosotros.
Para ser humildes y
sencillos como el Señor, debemos ver en los milagros anunciados por el Profeta
Isaías y realizados por Jesús, los milagros que nuestro Redentor, puede hacer
en cada uno de nosotros, especialmente en este tiempo de Adviento: ciegos que ven, sordos que oyen, mudos que
hablan, cojos que andan, etc.
¿Y Jesús ya no hace
milagros? Es cierto que veces se sabe de
curaciones milagrosas, exorcismos, etc. que suceden aquí o allá. Pero son muchos los milagros que Jesús puede
hacer –y de hecho hace- si nos disponemos.
Tiempo propicio para ello es éste de preparación llamado Adviento.
Porque el Mesías, el
Salvador del Mundo, Jesucristo, volverá, y debemos estar preparados. Y la mejor preparación es dejarnos sanar por
Jesús que ya vino hace dos mil años y que continúa estando presente en cada uno
de nosotros haciendo milagros con su Gracia.
Hay que aprovechar todas las gracias derramadas en este Adviento, para
prepararnos a la llegada del Mesías.
Jesús curó ciegos…
dispongámonos a que cure nuestra ceguera, para que podamos ver las
circunstancias de nuestra vida como El las ve.
Jesús curó sordos… El puede curar la sordera de nuestro ruido, que no
nos deja oír bien su Voz y así podamos seguirle sólo a El.
Jesús curó mudos… ¿y en
qué somos mudos nosotros? En que no
hablamos de El y de su mensaje. ¡Los católicos
estamos enmudecidos! Pero El puede curar
esa mudez que tenemos y que nos impide evangelizar. Porque la Nueva Evangelización es trabajo de todos y cada uno de
nosotros! A evangelizar! Porque lo dejó bien especificado Jesucristo y
nos lo está pidiendo el Papa Francisco, y ya lo habían pedido los dos
anteriores.
Con esas curaciones
quedarán también sanadas nuestra cojera y nuestra parálisis, para que podamos
de veras andar por el camino que nos lleva al Cielo y recibir al Señor cuando
vuelva de nuevo a establecer su reinado definitivo.
En la Segunda Lectura (St. 5, 7-10) el Apóstol Santiago nos
recomienda la paciencia para esperar el momento del Señor. Nos invita a la perseverancia en la espera
de la venida del Señor. Nos pide tener
la paciencia del agricultor que espera la cosecha y, sobre todo, nos pide
imitar a los Profetas -San Juan Bautista, Isaías, y otros- en su paciencia ante
el sufrimiento.
Así, en paciencia y perseverancia, convirtiéndonos de nuestra ceguera, nuestra sordera, nuestra mudez, nuestra cojera, ...... nos habremos preparado bien para recibir al Mesías. Así habremos aprovechado este Adviento.
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