Durante la segunda guerra mundial un pueblecito de
Baviera fue destruido por las bombas. La iglesia también quedó reducida a
escombros. Entre las ruinas, los vecinos encontraron una imagen de Jesús sin
brazos ni piernas. Terminada la guerra reconstruyeron el pueblo y la iglesia.
Dudaban entre reconstruir la imagen o dejarla tal como la encontraron. Optaron
por dejarla como la encontraron y le pusieron esta inscripción: "Ahora no
tengo manos ni pies. A partir de hoy, vosotros seréis mis brazos y mis pies
para ayudar y curar este mundo roto."
El domingo anterior la Palabra de Dios nos invitaba a
seguir estas cuatro consignas:
▪ Dejar
hablar a Dios.
▪ Escucharle
a El.
▪ Tener
valor para cambiar.
▪ Dejarse
guiar en las cosas del Espíritu.
Yo creo que ninguno de nosotros podemos vivir con fuerza
e ilusión el seguimiento de Jesús si no practicamos estas cuatro consignas.
A veces creemos ser más sabios que la Palabra de Dios y
tenemos nuestros propios criterios, nuestro almacén de sabiduría y nos
rebelamos contra Dios.
Muchos padres no entienden por qué tiene que existir una
catequesis bautismal, de primera comunión o de confirmación. Lo arreglarían
todo con celebraciones privadas aunque tuvieran que pagar más.
Y yo les digo, ojalá hermanos, hubiera catequesis,
palabra de Dios, comunidad cristiana para todos, para todos los días, para toda
la vida..
Como un hombre nunca está hecho del todo, un cristiano
nunca se acaba de hacer del todo.
El cristiano no se gradúa. Nunca recibe el diploma de
licenciado.
La Palabra de Dios, hoy, nos invita a dar un quinto paso.
RESPONDER.
Todos hemos sido llamados pero no todos hemos respondido.
Los Ninivitas respondieron.
Los Corintios respondieron al "tiempo es
corto".
Y Jesús nos dice: "el plazo está vencido. El Reino
de Dios está llegando".
El tiempo es ahora, ya.
Simón y Andrés, Santiago y Juan "inmediatamente
dejaron las redes y siguieron a Jesús".
Dejaron familia, trabajo, amigos... y comenzaron a
aprender un nuevo oficio: servidores del Reino de Dios. ¿Fueron los primeros
llamados por Jesús? Tal vez sí, tal vez no, Sí fueron los primeros en responder
y seguir al nuevo Maestro.
Y toda persona que lea los evangelios leerá estos
nombres, nombres que inspiran asombro y confianza, valor y fe, atrevimiento y
riesgo, llamada y respuesta, vida y destino, vida y muerte entregadas al
servicio de su único Señor.
Estamos reunidos en nuestra parroquia, nuestra ermita,
nuestro santuario no sólo para decir: ¡qué hermoso, qué grande es mi Salvador!
Estamos aquí para responder a la llamada de Jesús.
Ahora están de moda los concursos en televisión. Hizo
furor el titulado:¿quiere ser usted un millonario?
Y uno piensa, eso no es para mi. No estoy preparado para
responder a semejantes preguntas. Nos alegramos con el nuevo millonario pero,
nos decimos, yo no seré nunca ese ganador.
En la vida cristiana, muchas veces, tenemos esa misma
sensación. Y pensamos en la suerte que tuvieron Andrés, Simón, Juan y Santiago.
Sí les tocó el millón pero el millón que otros no quisieron.
Muchos son los llamados, pocos los que responden. Así fue
en el tiempo de Jesús, el evangelio nos cuenta la historia del joven rico que
le dio la espalda. Y así es en nuestro tiempo.
- Muchos
escuchan el mensaje.
- Muchos
admiran a Jesús.
- Muchos
leen los evangelio.
- Muchos
van a las iglesias.
- Pocos responden a Jesús. Pocos se ponen al servicio de
Jesús. Muy pocos darían la vida por Jesús.
Y no olvides que la respuesta nace en un corazón limpio y
libre y se da con gozo.
Y no olvides que la respuesta se da cada día, en el
trabajo, en la familia...
Y no olvides que la respuesta es servicio humilde a los
hermanos.
Érase una vez una mujer muy devota y llena de amor a
Dios. Solía ir a la iglesia todas las mañanas, y por el camino solían acosarla
los niños y los mendigos, pero ella iba tan absorta en sus devociones que ni
siquiera los veía.
Un buen día, tras haber recorrido el camino acostumbrado,
llegó a la iglesia en el preciso momento en que iba a empezar el culto. Empujó
la puerta pero ésta no se abrió. Volvió a empujar, esta vez con más fuerza, y
comprobó que la puerta estaba cerrada con llave.
Afligida por no poder haber asistido al culto por primera
vez en muchos años, y no sabiendo qué hacer, miró hacia arriba... y justamente
allí, frente a sus ojos, vio una nota clavada en la puerta con una chincheta.
La nota decía: "Estoy ahí afuera". SÍGUEME
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